jueves, 3 de diciembre de 2015

Sistema operativo

Dentro de este polígono de paredes alquiladas
entre las lianas de cobre cubiertas de plástico negro
entre medio de todos estos forros y pastas, lomos, solapas,
hojas descosidas, despegadas, sin tapa y entre
las pilas de discos compactos que no tenemos dónde tocar
envejece mi sistema operativo
y seis años no han pasado volando sino
mutando,
avanzan con pasos de mamut.
Calaveras eléctricas yacen en los
cajones llenos
de dispositivos
vacíos,
no se rompen cuando caen al suelo.
Hemos comprado
teléfonos que ya no se pueden marcar,
adaptadores
para los aparatos perdidos
en los bolsillos del equipaje que guardamos
para hacer viajes que nunca se llevan a cabo.
Ese horno de microondas
grande como una ventana
funciona pero ya no puede usarse
porque no cabe, pasó de moda,
hay que aterrizarlo porque sólo tiene dos patas,
es peligroso
ahora.
En el corazón de la máquina algo gira ágilmente y repica
cuando la escucho con atención parece
querer decirme algo
antes
de apagarse
sin motivo.