miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Rey Del Pasto II


El Rey del Pasto termina de armar una ametralladora de bubble gum crisis.
El polen es color violeta como el humo que expelen sus aureolas. Exhala.
Todo este tiempo estuvo en su casa. Quién hubiera creído otra cosa. Ese muñeco pendejo a cargo de todo no pondrá jamás un pie adentro ni cerca de su trampa.
Ayer recibió una llamada en su oficina en casa. Alfredo, en su silla eléctrica motorizada, le trajo el teléfono para que atienda
el tubo, unos labios carnosos fundidos con brillantina lila.
¿Aló? Dice el Rey.
Es su doble al teléfono.
No puedo soportar más esta mentira, jefe. Me están apretando mucho. Quiero volver a Culiacán a ver a mi familia.
¿Escuchaste eso, Alfredo? Pregunta el Rey al mayordomo.
Alfredo asiente. Baja a la Baticueva. Lo recibe un drone que flota a su alrededor. La voz electrónica cumple con sus comandos.
¿En qué puedo servirle, Amo?, dice el robot con su voz de lata.
Envía la baticleta al penal. Hay que sacar de ahí al CH-G2.
La baticleta es una máquina realmente magnífica. A través de un control
remoto Alfredo y solamente Alfredo el mayordomo puede manejarla.
La baticleta zarpa desde la residencia secreta del Rey y cuarenta minutos después
aparece frente a la celda del CH-G2, la apariencia del reo haría dudar a cualquiera,
podría ser un clon del Rey del Pasto pero sólo un clon. Rey del Pasto sólo hay uno.
Al día siguiente el CH-G2 se reporta desde Sinaloa:
Mi querido jefe, ya estoy aquí. Mis sobrinos me están haciendo una barbacoa. Todo el pueblo está contento. El lunes le deposito las dádivas.
El Rey se alegra.
Me alegro mucho, dice. Hiciste todo muy bien.
Mientras tanto en el penal los de la PGR no saben ni pa dónde se les fue el capo.
Tenerbisa avisa de una red de narcotúneles
como si fuera un cuento nuevo. Los reporteros
no saben que el bebé Ascárraga toma de la rica recién desembarcada por uno de esos
igualito
que va a parar directo a su oficina de San Ángel.
Pero Rey no se mete con ellos ni se mete ya nada
más que algún canuto cada tanto, cuando su nena
y él ya han tomado el desayuno juntos a la mesa y la princesa
se marcha rumbo a la escuela.
Después de mirar el noticiero de la mañana
sin volumen y reírse de las locas historias que inventan los que mienten
y los que no saben nada, el Rey se toma un tehuacán con limón
y baja a la alberca. Se echa un clavado y da algunas brazadas,
se pasa la mañana haciendo el muertito, flotando en el agua,
escuchando el sonido del filtro que separa lo sucio de lo limpio. Trata
de olvidar los días en que huía de algo. El cannabis le ayuda a relajarse.
Más tarde Alfredo llama. Es la hora del almuerzo y la princesa ha regresado.
El Rey se enrosca en su bata gastada,
sube la escalera en patas y se sienta a la cabecera. Su hija le da un beso
en la frente mojada.
Ambos comen la deliciosa comida de su dieta balanceada. Los científicos rusos
la inventaron. El Rey pagó por ella dándole trabajo a más de seis mil mexicanos.
El Rey reza en silencio antes de probar un bocado
y pide al cielo que su hija y él puedan
vivir juntos algo así como un millón de años.

martes, 29 de septiembre de 2015

Dulce


Cada vez que te maldigo
una pizca de azúcar se vuelve
negra. El café
se traga y disipa las imágenes de aquella ciudad.
Hermanos lejanos habitan
tras los muros hechos de fajos
de guita/ladrones
que alguna vez entraron por
la ventana del baño.
Había quedado abierta
mientras pasábamos un día en el campo.
Me pidieron que me quedara en el auto
mientras los adultos volvían los cajones
a su sitio y tiraban las sábanas
al lavarropas como si alguien hubiera muerto dentro.
Anoche soñé que tenía una pistola en la mano
y apuntaba, apretaba el gatillo. Era fácil la muerte
era tibia como la sangre
que fluía (era dulce) por un agujero
que atravesaba mi cerebro.
Sólo estaba el cuerpo.
Nada me preocupaba.
Más fácil de lo que pensé.
Entraste cantando a la habitación
llevabas en brazos al gato
abriste la persiana
y entró la luz.
Había llovido
y no lo supe
hubiera querido escuchar la lluvia
sentir la humedad que trajo un día sereno y limpio
pero estaba dormida
soñando que me mataba.
Al parecer cualquier arma de fuego lastima la carne,
incluso al despertar. La cabeza me explota.
La fortuna no me ha traído la paz.