miércoles, 22 de septiembre de 2010

✈ Duelo No. 9,345

Quizá no llovía porque el mundo pensaba ¿Para qué llover? Todavía no es.
Hoy, lloverá tanto que los ríos crezcan y los brotes exploten.
¿Cómo es que llegamos hasta aquí? En esa foto estás tú, está ella y al fondo un cuadro que pintó mamá. El cielo es verde y amarillo y los caballos huyen. No sé cómo explicarte: es que todas las cosas son de todas las formas pero la cuenta regresiva siempre se acaba al llegar a cero. Es tan frustrante que para perdonar hace falta creer que alguien te hizo daño. Te quise tanto que te sigo hablando a ti pero haces a la culpa persistir aunque no la desee. Comenzamos a matarnos. Que alguien estrelle mis cenizas contra las piedras del fondo. Uno siempre sigue el camino del corazón y si crees que ese corazón es húmedo, torcido, siniestro, te estás olvidando del uno. La pena no vale nada. Otra vez esas nubes absolutas y el sol está detrás. Hagamos nuestro propio mundo. Sigamos nuestras reglas. ¿Crees en tí? Yo también. Los tatuajes no se borran. Cuando te hagas uno, asegúrate de que te vaya a gustar para siempre. De lo contrario tendrás que taparlo con otro más grande y más teñido. Hagas lo que hagas te vas a seguir acordando del que estuvo primero. También llueve del otro lado del Ecuador durante el mes de septiembre. La lluvia no nos deja escucharnos las voces y gritamos a través del agua que cae del cielo. No puedo comprender nada de lo que dices. La luz se apaga. Todo está oscuro como en el vacío - alguien va en esa ambulancia - los dragones no estarán dormidos por todos los tiempos. Cuando tenga el valor de estirar mi brazo entre la nada, espero encontrar el tuyo; confesarte que por un momento dejé de tener la certeza de que siguieras estando.

domingo, 12 de septiembre de 2010

21:51... diez menos diez

No tenés hora, ¿No?


Sí señor. (21:51)... Son las diez menos diez.


Gracias, mamá.


De nada...


Desde siempre el reloj estuvo al revés. La mañana es lisa. El viento fresco. El sol, caliente.

Obvio que podemos pelear por un zapallo y dejarnos de hablar para siempre. Pero todo el tiempo uno se enfrenta con que hay otra manera de hacer las cosas. Una en la que nos ponemos cursis... panfleto... Qué se yo pero los colores brillan de otro modo. Por qué estar enfermo si puedes estar sano.
Ni siquiera llevaba mi libreta así que escribí detrás de esos panfletos que tendría que haber repartido:

Ver el cielo hace que me lleve por delante las ventanas una, o dos... o hasta tres veces.
¿Quién era ese tal Orión? Lo he visto un millón de veces; un día le regalé a alguien una estrella de su cinturón.
El frío viene de las estrellas y - más que cualquier otra cosa - está el vacío.
Llegar en barco. Llegar en avión. Todos consentimos en ver el momento en el que las personas se reúnen, se encuentran de nuevo. Llegando... todo el tiempo yéndose.

Ya sé. Nos parece estúpido y fácil: “MERECEMOS LA GUERRA”.

A veces somos monstruos,
también hemos hecho bailar a los sombis.

:- Pienso en ustedes.
.- Qué narcisista.
… Sí.- Lo primero que tuve fue a mí.
* ¡¿Profe?! ??? ¿Nacemos de nosotros mismos? ???
Me alegro de estar aquí con ustedes. Tocar tu pierna; saber cómo has estado; cuéntame algo de ti... Que estemos juntos. Que podamos serlo todo. ¿Cómo vas a hacer que te crea que justo ayer estabas hablando de esta misma canción? Pensé en una palabra nueva y al día siguiente brincó de entre las páginas del libro que estoy leyendo. Un círculo marcado por todos sus diámetros. Las estrellas siguen ahí, y esa flor grande y roja que pintaste en mi brazo. Las estrellas no quieren que te vayas, ni los colores, ni las plantas. No te lleves todas tus plantas la próxima vez que te vayas: sigues aquí.

Mi vida estará en tu recuerdo: todo, estará hecho de hebras de oro. Quizá sólo la forma pueda ser más precisa, más fina, más clara.


(23:54)...
Son las once menos diez.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Mínimas porciones de honestidad

Ya falta poco para que los huérfanos vuelvan a dormir con la luz apagada. 
Antes que cualquier recuerdo, llevaba en mi cuello el collar en el que he seguido enhebrando las cuentas de tus días, y esta vez parecía que agosto iba a terminar por no terminar nunca. 
Mirando por la ventanilla, empecé a entender la intención de quien puso un domingo al final de todo, una tarde, igual a esta.
Quiero un techo para treparme a mirar el cielo los domingos.
Tengo la paranoia de que la gente cuchichea cuando bailo. También creo haber estado más lejos de casa que muchos de ellos; cuando escribo puedo darme cuenta: he pasado la mayor parte del tiempo tratando de justificar las mínimas porciones de honestidad de las que soy capaz. Esto sólo es más de lo mismo.
Nunca entendiste que mi manera de llevar la contra fuera haciendo lo que los demás evitan hacer solamente por llevar la contra. Quizá yo urdí ese diabólico plan... lo único que sé es que no fue gracias a ti que surgió la idea, así que trata de no ser tan estúpido. Aunque sé que la parte más cierta es con frecuencia la menos contundente.
Del mismo modo se hace de noche y sigo pensando en ti porque preservo la esperanza de encontrar a alguien que le encuentre un sentido a mi alma.
Deja la puerta abierta cuando salgas.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Septiembre

Hoy fue un día que de
tan
claro, era triste.
Todos juntos en el patio,
bajo el cielo a que el sol nos absuelva.
A entibiar la piel bajo los trapos con
la cara lavada
la arena y los labios resecos,
y el sol.
La lluvia no se anima de mojar nuestros bocados,
la luna es blanca, como en un frigorífico, y
nos damos
un abrazo enclenque: no podríamos no hacerlo.
No me atrevo, nos decimos. La distancia
es la paz que no debería perdérseme.
La victoria
es la honra de quien se aleja; ya no me mires.
Ya no toques esos claveles porque va a llegar la primavera.
Quédate levantado, obstínate, si crees en la intemperie.