miércoles, 20 de octubre de 2010

Post New Romantic

El mundo es este lugar resbaladizo y tembloroso en el que nos abigarramos muy cerca unos con otros esperando conseguir un mínimo instante de contención. El sitio en el que por suerte, porque es nuestra maldición, todavía podemos reírnos de los aburridos críticos colocando etiquetas con nombres graciosos a las cosas que han dejado de comprender por convicción propia: Postmodernismo, dicen. Después de tantos años de romanticismo, esperaríamos que las cosas cambien pero no lo han hecho. Seguimos siendo muñecos para recortar, vestidos apenas con esas prendas que se agarran con pestañas de papel y la lluvia nos moja, nos hincha, nos arruga, cala profundo entre los pliegues del uso y finalmente ablanda nuestras extremidades, más probablemente a la altura del cuello. Muñecos sin cabeza ya inútiles, sin identidad, sin manos, ni piernas. Gusanos de pulpa -reciclable, por suerte- hemos de morir y reintegrarnos a la tierra para alimentar a los árboles.
Que nos muelan de vuelta en gigantezcas licuadoras, que nos mezclen con agua y luego nos expriman en prensas, en planchas. Volveremos a quedar todos juntos, más cerca que antes, y seremos papel en vez de polvo.