miércoles, 29 de abril de 2009

Precaución

Decía la vez pasada que en la alacena de Casa siempre hay comida suficiente como para enfrentar un estado de sitio. Menos mal. Si no, no sé qué sería de nosotros ante la situación que reina en esta ciudad por estos días.
No escribiré un post más sobre la influenza porque me da gueva. No es nada más la jodida gripe la que nos trae así.
El hecho de ser mexicanos, por alguna razón que tampoco voy a analizar en este momento y que seguramente tiene sus raíces en nuestra historia, nos ha dado una suerte de inmunidad estúpida hacia la política. No sé si es que en contraste con Argentina donde las manifestaciones versus el Estado llegan a ser exageradas, verdaderamente hay días que pienso si mi pueblo está formado por un total de gente estúpida o qué mierda pasa. ¿Es que nadie se da cuenta?.
Resulta que, eso sí todos lo sabemos, después de más de setenta años de tener un gobierno priísta, un día decidimos que tenía mucha onda el cambio, tal vez no porque lo hayamos decidido sino porque los medios de comunicación y la gran cantidad de dinero que se le inyectó a esas campañas, nos lo hizo creer a huevo. Y entonces un desafortunado día de elecciones el ex presidente Fox resultó el elegido. Un guey que si Aristóteles saludara de mano, moriría en el acto; un ranchero de hebilla y bota quien realmente creo que no es muy importante si estudió o no, pero estoy segura que su herencia cultural podría reducirse a un par de reproducciones chafas de inditas pintadas por Diego Rivera colgadas en el baño de visitas de su casa. Nada cercano al arquetipo clásico, ni un atisbo de justicia o templanza: el vivo retrato de la virtud lanzada por la borda. Total que eso pasó, se hizo historia, todos nos quejamos en la sala de casa de un amigo cuando el señor aparecía en la tele con traje color azul cielo saludando a algún jefe de estado y nada más.
Mi abuelo Juan era socialista. Mamá algún día me explicó que el PAN era un partido formado por la oligarquía y me prestó un libro del FCE que se llama Introducción a las teorías políticas, económicas y sociales que por cierto, hablando de inmunidad, es un pequeño cuaderno que además cuesta barato en su librería de confianza y creo que para poder seguir haciendo comentarios acerca de esto o aquello, todos deberíamos de menos leer ese apunte.
Al principio no entendí muy bien a qué se refería mi madre con eso. Cuando lo dijo, un lejano miedo se dejó sentir en su voz. Y el tiempo pasó y sucedieron cosas irreversibles como el IETU, la gran respresentación del avionazo en Nueva York, la vergonzosa situación que el querido presidente suscitó entre México y Cuba, apareció Chávez y Evo y las señoras presidentas de las tierras autsrales y de repente la situación política en Latinoamérica comenzó a importarme. Debo aceptar que no demasiado. Probablemente por la particularización de cosas que todo lo ha embebido y principalmente porque tengo cosas más apremientes con las cuales entretenerme, como forjar mi futuro y pendejadas de esas. Mi humor negro sobre todo, el exceso de ridículo, fueron los que me llevaron a pensar más seriamente en las cosas que pasan a nivel político a mi alrededor. Tal vez crecí un poco y decidí comenzar a honrar a mis antepasados también en ese aspecto, y dejar de ser una chavita que lo que no sabe lo inventa... empecé a guardar silencio y a poner atención, a construir una visión del asunto propia.
Todo esto para el día de hoy lanzar una pregunta al aire que me gustaría que los tres o cuatro compadres que caen de vez en cuando a este recóndito sitio, se aventuraran a responder.

¿ES QUE NADIE SE DA CUENTA?

Estamos viviendo en un sitio de tolerancia cero. La guerra contra el narcotráfico y la chingada madre, de la cuál no me animo a decir mucho porque tengo mis grandes reservas al respecto, pero ¿Y a mí qué chingados? Yo no soy una borracha empedernida pero verdaderamente me jode que de lunes a miércoles cierren todo a las doce de la noche y no me pueda chupar yo ni una jodida CocaCola en un lugar decente. Ok... me calenté antes de tiempo. Voy a explicarles poniendo mis pasiones a enfriar:
Los locales cierran a las 2:30 am. Esto dice la ley. Ahora, como todo el mundo está cagado de miedo, de lunes a viernes en muchos lugares la fiesta termina a las 12 de a noche, y no por ley, sino porque ya no le cae nadie. En esos sitios no se puede fumar pero sí te venden catorce botellas de tequila si se te da la gana de comprarlas. No puedo fumar pero el cabrón de la mesa de al lado está hasta las chanclas de pedo y no tengo ni idea de cuántas cosas hay que él pueda hacer que pongan en riesgo mi vida. Pero!!!! para eso está el alcoholímetro. Al parecer "los resultados arrojan" que ha disminuido la cantidad de accidentes automovilísticos desde que se aplicó esta medida, pero nos va igual a los que nos tomamos tres cervezas que a el tipo de las catorce botellas de tequila... todos al torito man. Va... hay que respetar... "si toma, no maneje" Entonces dejaré el coche en mi casa, pero a las tres de la mañana ¿En qué carajos me regreso? El sistema de transporte colectivo deja de funcionar a las 12 de la noche. Una serie de contradicciones muy pendejas que finalmente hacen que lo bueno se transforme en malo.
Eso es con relación a la fiesta que es lo de menos ¿No? Digamos que si todo saliera a pedir de boca, el PAN de cada día estaría logrando que nos quedáramos en nuestra casa a estudiar marketing o a hacer la tarea de relaciones industriales que nuestro maestro jesuita nos dejó o algo así, pero eso no va a pasar.
Luego sucede que la guerra contra el narcotráfico ocupa millones de pesos al mes, pero al parecer la banda no se ha quejado en absoluto... quien fuma mota sigue fumando mota, quien fuma piedra sigue fumando piedra. Me consta. (A ver si no por decir esto me cae la DEA y me aplican el tehuacanazo). A todos los que se aseguran que la ley se cumpla, sepan que no tengo nada que ver en el asunto. Así el Chapo Guzmán esté en la cárcel, los drogadictos siguen siéndolo y al parecer eso relamente vale madre. En el prólogo de El almuerzo desnudo, de William Burroghs, en su edición de Anagrama, el tipo, que créanme, sabía de esas cosas, plantea que hasta que no le demos más importancia a la gente que a la mafia, no va a pasar nada. Se imaginan si el gobierno invirtiera esa lana en educar, rehabilitar, dar trabajo a la gente que tiene problemas serios con las drogas ¿Necesitaríamos andar persiguendo al Chapo? Si el negocio no le saliera del todo bien ¿A alguien le importaría coartarlo? ¿No sería más fácil de esa manera? ¿Más beneficioso para la sociedad?
Sí... pero eso ha quedado en el último de los términos. Finalmente el gobierno, la oligarquía como dijo mamá, prioriza el dinero. No el que nos repartiremos entre todos, sino el que ellos se llevan a sus casas y entonces, poniendo un ejemplo sonzo como la educación pública, ninguno de estos tipos de anteojos Cartier se beneficia en lo absoluto de que una cualquier hija de vecino como yo, estudie o tenga chamba o mis padres que han pagado impuestos toda la vida y creado fuentes de trabajo para otras personas, tengan una jubilación... nada de nada.
Y ahora la gripa inmunda. No salgas, no comas, no te reunas con nadie, no le des la mano ni lo saludes de beso, no vayas a la escuela, haz como si no pasara nada, el gobierno puede intervenir en cualquier situación que resulte potencialmente peligrosa o sospechosa y todos los medios del estado estarán dispuestos para respaldar a las fuerzas policiales o militares. No salgas del país/no vayas a México. Alguien que me diga por favor por qué las últimas cinco veces que he ido a cargar gasolina ($$$$!!!!) en distintas gasolineras me dicen que sólo hay Premium. Empínese hombre!!!! más y más y más y más. Los boletos de avión cuestan una fortuna, los arrendatarios te obligan pagar dos meses de depósito y firmar pagarés por el próximo año pero luego no te pagan ni el puto plomero porque el calentador no sirve... tú lo descompusiste man. De verdad no entiendo nada.
Lo sé... todos me lo dicen, soy una idealista. Una pendejista. Nada va a cambiar nunca, mucho menos si nadie dice nada. Yo aquí desde esta apartada orilla digo lo que pienso y tampoco hago nada con eso, porque nadie me va a escuchar, por lo menos no las personas a las que les queda el saco, y si sí, sería bien fácil hacerme desaparecer. Y tampoco hago nada porque la impotencia es muy cabrona. ¿Te crees muy lista verdad? ¿Y qué vas a hacer al respecto? Hagamos algo contesto yo... luego pienso, si me dedico a hacer eso, a hacerme escuchar, a militar, a formar un movimiento que valga la pena ¿de qué voy a vivir? y entonces la respuesta inmediata es vivirás de la corrupción mami, como todos los que se dedican a eso. Como el puto EZLN/no tuve huevos. Como las madres de la plaza de mayo que lloran frente a las cámaras de televisión y behind the scenes reciben dinero de partidos políticos.
¿Qué creen? La pandemia de los puercos no es nada nuevo. Les recomiendo salir a la calle con tapabocas, pasamontañas, vestidos con hebilla, bota y pañuelo del viejo oeste, coloquen un kotex cubriendo nariz y boca y ocupen las alitas para adherirlo al tabique y la barbilla respectivamente, usen lentes de sol, casco, rodilleras, sombrero, boina, fumen pipa pero en lugares abiertos, beban café en esas amistosas fanquicias que pertenecen a Carlos Slim donde por cincuenta pesos un niño fresa escribe tu nombre con un plumón en un vaso deshechable; puedes escoger y personalizar tu bebida con leche entera, light, deslactosada o deslactosada light. También hay café sin cafeína y té verde cosechado por esclavos en el sur de Asia. O bien puedes beber café de chiapas. Si te lanzas a Filos los pasillos están poblados de los mismos niños fresas pero esta vez alabarán a Salma Hayek dándole la teta a un indio, usarán ropa de batik y te venderán una taza de café del estado más jodido del país por diez pesos. Lo que no saben es que la gente que cosecha ese café lo hace porque las compañías multinacionales han comprado el estado entero y el maíz, los plátanos, las nueces de la india y las almas de los campesinos pertenecen a esas empresas que entre sus chuladas dan una buena mochada a nuestro gobierno federal y trafican personas, por poner un par de ejemplos. Pero estos niños venden muffins de marihuana en los pasillos de la Universidad Nacional, roban libros de la Biblioteca, llevan años sin terminar sus carreras ocupando lugares que otras personas podrian aprovechar, tienen secuestrado el auditorio Che Guevara desde hace diez años y nadie ha tenido el valor suficiente como para sacarlos de ahí. Por Dios!!!! La autonomía nos salió por la culata. Recuerden tomar las precauciones prudentes ante el virus. Así que si usted es un cuidadano de clase media empínese más a la derecha o más a la izquierda, pero empínese de cualquier forma porque ahí le va... quedito, ya casi dos sexenios. Infórmese y piénsele, porque los candidatos a diputados escriben educación con S, Peña Nieto es un joven mafioso más astuto que Al Capone y ni siquiera se deshace de los cadáveres, sino que los deja a los costados de las carreteras federales; el culiado de hacienda sí que le entra sabroso a sus comidas en el San Ángel Inn y con lo del IETU invita las cuentas de todos sus gordos amigos, Ebrard no peca pero incomoda saliendo a andar en bici con su camisa amarilla, así así gana la gente, que no mame por favor, y Caderón un piquete de ombligo con el cártel, un piquete de ombligo con Obama, bajita la mano ya puso militares en las calles y la policía te pide tu identificación saliendo del metro Viveros, ahora Metro Derechos Humanos, porque te ves sospechoso. ¿Y por qué se pone nerviosa la señorita? pregunta el oficial. No sé. Será porque hasta ahora no he cometido ningún crimen a diferencia del asqueroso resto.
Y sí... si pudiera pedir un deseo, desearía que todos los cerdos que no son cerdos mueran de gripe en las próximas 72 horas.

lunes, 20 de abril de 2009

Genealogía de gracias

No sé qué título poner a este post, ya que por enésima vez podría llamarse ir o volver o algo así.
Volví.
Volver es raro... ya tengo bien interiorizado que, sin haber hallado un buen motivo para no heredar el karma de la familia, mi destino es ese, como los que bajaron de los barcos, ir y venir.
Regresar a la CASA GRANDE, digamos la más grande de todas, esta vez pareció natural. No fue un proceso accidentado y obligatorio como llegué a pensar que sería todas las veces. Anoche las persianas estaban bajas hasta la mitad, la habitación era toda nuestra, se sentía aquí dentro la certeza de un hogar que, suceda donde suceda, es inmutable. Se conserva estoicamente ante las crisis económicas, personales, grupales, la salud y la enfermedad, en la alegría y en el duelo.
En la alacena siempre hay comida suficiente como para enfrentar un estado de sitio. Incluso los pequeños lujos que vienen de lejos como las especias y el mate nunca hacen falta. Si alguien va al otro lado del mundo, no tiene que ser alguien cercano; basta con que sea querido, entonces trae, como llevó Colón a los reyes de España, las cosas especiales. Lo que aquí no existe y sólo lo hace por el hecho de que alguenos lo recordamos. Podemos saborear los canelones de la abuela Luci aunque no los vayamos a volver a probar jamás. Y allá, en las alacenas lejanas hay latitas de chiles chipotles que son atesoradas como polvo de oro, costalitos de harina de maíz. De manera fantástica una Megabolsa de Sabritones puede traspasar latitudes y permanecer durante meses brillando en ese altar hasta que se celebre una ocasión especial y entonces la Tía Nachi salga a la aventura con la misión de encontrar una "palta" sureña y prepare un guacamole (que no dejará de serlo aunque su aguacate haya nacido en La Pampa y los limones de la mezla sean grandes y gueros como los habitantes de Inglaterra) y recién entonces, ahora sí se abra esa bolsa y se comparta una comida cuyo sabor, como el día de muertos, no sea lo que importe tanto, sino el espíritu.
Así, el espíritu de todos los tiempos se conserva en este pequeño departamento, guardado en cajitas que adornan la mesa de la sala, en frascos almacenados dentro del refigerador, en abrigos colgados en los clósets. En la alacena que, desde pequeña, ha sido para mí la habitación más segura del mundo.
Hasta hace poco los guardianes del tesoro eran los abuelos; la Nona Lucía que es la última que me queda. Ella cayó enferma y de manera forzosa pero tranquila, mamá y papá, el Tío Eduardo y la Tía Nachi, heredaron esa magna responsabilidad: sustentar un sitio único. El único hogar posible que existirá para nuestra familia hasta que el tiempo termine su novenario.
Creo que está muy cabrón ser padre, tener un lugar como este. De todas las veces que los hijos hemos regresado, dignamente o con la cola entre las patas, siempre es igual. Lo único que cambia es la manera en la que el estado de ánimo de quien vuelve percibe las cosas. Pero esta vez me di cuenta que es sólo eso. Un hogar nunca hace sentir vergüenza a nadie que lo haya habitado. Es un símbolo. Algo que pertenece más a la mitología que a la extraña manera en la que se construye la realidad.
Me alegro de estar aquí. Los planes son otros pero aquí siempre hay espacio para hacerlos, tolerancia, apoyo. Mis padres son todo lo que alguien como yo pudiera pedir de unos padres y sorprendentemente más que eso. Dos seres humanos con una calidad infinita. Es increíble que un día sin querer, uno que es un simple mortal vaya a poder convertirse en eso para alguien. Y es maravilloso que en este cuento el Mago de Oz permanezca tan cerca como la voluntad me lo permita.
"No hay lugar como el hogar".
La abuela Luci decía La casa es chica pero el corazón es grande.
Grande Nona.

viernes, 3 de abril de 2009

Los nietos

El mundo era otro ayer, antes de ayer, antes. No queda nada de eso más que las historias que el abuelo te cuenta mientras calienta el agua para el mate a la hora de la siesta los días que afuera llueve o hace muchísimo calor. La ventana abierta, escoger entre dulce o amargo y las historias sobre la vida de unos hombres que ya están muertos. De dónde venían, por qué, los barcos, a dónde llegaron, qué cosas les pasaron aquí y qué de cosas les pasaron aquí. Hicieron tanto que tú estás aquí sentada en esta silla. El abuelo, testigo ahí a tu lado cebando mate, te sirve uno y te lo da en la mano. Las yemas de tus dedos sienten apenas los bordes de las uñas de esos dedos de esas manos antiguas, iguales a las manos de los abuelos que él recuerda. Te cuenta tan atrás en el tiempo como le contaron a él, padre de tu más grande héroe, héroe de tu padre.
En ese mundo, que era el mismo que éste, vivían unos héroes. Serían de tu edad más o menos alguna vez. Ellos conocieron el hambre y el frío. Sabían cosas de las que tú jamás hubieras escuchado hablar si no fuera porque ellos se las enseñaron al abuelo. Él todavía las aprehendió y a tu padre se las enseñó como se enseña taquigrafía. Tu padre las aprendió. A ti sólo te las enseña ahora como a veces te enseña el dedo anular en el que le faltan dos falanges. Para que lo veas. No vas a aprender nada de nada, no vas a sentir lo que él sintió cuando perdió esa parte ni vas a tener que vivir el resto de tu vida enfrentando la dificultad de que algo te falte. Sólo vas a saber que al abuelo le falta una parte de un dedo de esa mano antigua que una vez fue joven como la tuya. Para ti el hambre sólo existe porque sabes que el abuelo de tu abuelo se llamaba Genesio. El abuelo, que está parado frente a ti, lo conoció.
Mañana va a llover, dice el abuelo cuando terminas de chupar el mate y la cocina se perfuma de nostalgia. Te puede explicar cómo lo sabe pero no puedes aprender a hacerlo ni él puede enseñártelo porque esas eran cosas de otro mundo, al que él perteneció cuando sus manos eran jóvenes, pero esas cosas ya no están en éste ahora que sus manos son antiguas. Hasta ese momento tú no tenías la más puta idea de que mañana iba a llover. Ahora lo sabes y también sabes que nunca vas a poder afirmar que va a llover con un día de antelación y de todas formas no te serviría de nada que te lo enseñe, por eso no lo hace. A tus nietos vas a contarles que tu abuelo tenía un abuelo que le enseñó cómo saber que al día siguiente llovería y tu abuelo y el abuelo de tu abuelo van a existir para ellos en tanto existas tú para contarles esa historia.
El día que te mueras habrá muerto la tataranieta de Genesio Foradini, y habrás sido el último testigo de su existencia. Y un poco antes, cuando tengas nietos, para ellos ya no va a haber ni siquiera una palabra que los vincule con tu tatarabuelo. Empezarán con tus hijos los chosnos y los tátara-tátaras. Ser el tátara-tátara-tataranieto de alguien no es nada. Cuando un abuelo muere, muere con él la existencia de su propio abuelo porque deja de existir el testigo, el vínculo.
Tal vez por la nostalgia o sólo para que lo sepas, el abuelo sigue hablando de su nono Genesio y tira un poco de la yerba del mate que ya se lavó. Y tú lo escuchas y lo miras con toda tu alma: Un día no muy lejano el abuelo se va a morir. Y tú también. Y sin embargo están ahí en la cocina tomando mate los dos juntos, entra el aire por la ventana y a ti no te falta nada.